"¿Que no tienes faceboooook? Pero, ¿por qué?" Eso es más o menos lo que los rezagados de las redes sociales llevamos oyendo unos meses. "¿Quieres ver mis fotos?, pues hazte de Facebook", "Visita mi perfil de Facebook". De los 21 periodistas de la redacción sólo dos nos manteníamos firmes. Y ahora sólo queda uno. Los culpables: la insistencia y un reportaje sobre los usos de la red social. ¿Quién puede ver mi perfil?, ¿agrego a mi jefe?, ¿sabe mi ex novio que le estoy cotilleando el Facebook?, ¿he de huir de todas las cámaras que encuentro cuando salgo de fiesta?
Me doy de alta y en menos de 2 minutos ya hay confirmados 4 amigos. Empiezan a llegar los mensajes de bienvenida. Intercambio de mensajes muro a muro. Tengo entendido que el muro es ese lugar donde todo el mundo puede ver lo que escribes. Bueno, tus amigos y las personas que tú permitas que entren en tu perfil. Pero claro, esto lo sé porque no paro de oír hablar de Facebook porque de leer las condiciones de uso y la política de privacidad, nada —como la mayoría de los usuarios—.
También es cierto que si lees la prensa las noticias sobre las horribles consecuencias de colgar imágenes o agregar a determinadas personas en la famosa red son constantes. Está el caso de Kevin Colvin, el empleado que dijo que tenía una urgencia familiar. Su jefe le cazó disfrazado celebrando Halloween a través de su Facebook. O el trabajador de un supermercado que insultó en su muro a la empresa propietaria. Ambos fueron despedidos, según cuentan las noticias, "por culpa del Facebook". En fin. Y sí, los departamentos de Recursos Humanos, los jefes y hasta los nuevos compañeros cotillean el Facebook. Y aunque no puedan entrar, sólo con ver tu foto de perfil y tus amigos tienen unas cuantas claves. ¿Quiénes son sus amigos? "¡Conozco a alguno! Menudo bala, o menudo santurrón"...
¿Añado al jefe?
Y ahí llega otra faceta peliaguda: ¿a quién añado en Facebook? Pon que tu jefe te manda una solicitud, lo que puede acarrear varias consecuencias. Que decidas ignorarle —no se lo notificarán, pero nunca recibirá la confirmación de amigo—, o que le agregues con la consiguiente autocensura. Porque tú controlas lo que tú escribes y lo que subes, pero no puedes controlar lo que hacen otros usuarios. Por ejemplo, si algún desalmado te etiqueta en una foto "comprometida" —ahí cada uno que mida con su rasero— esa foto aparece en tu muro y todos tus amigos pueden verla. Pero no sólo eso, si alguno de tus amigos comenta en la foto de alguien que tú no tienes agregado puedes ver la foto, el comentario y el álbum entero al que pertenece esa foto.
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Tu foto en Facebook te delata
Así que por si acaso me voy a "configuración de la privacidad" y decido que sólo yo pueda ver las fotos en las que soy etiquetada. Se filtrará a través de otros perfiles, está claro, pero al menos el mío no corre riesgos. Y si eres un bienqueda pero pasas de autocensurarte puedes aceptar a tu jefe y luego bloquearle la entrada —también en "configuración de la privacidad"— a ciertos campos de tu Facebook. También puedes agregarle y luego 'desfriendearle', nadie se lo notificará, aunque lo notará porque de pronto le faltará un amigo en su perfil y no podrá entrar al tuyo.
Vale, ya has tomado la decisión de añadir al jefe. Todo va bien en vuestra relación Facebook y de pronto decides que vas a cambiar de trabajo, o que te mudas a otra ciudad, o te enteras de que estás embarazada. No quieres que tu jefe sepa nada de esto de momento así que puedes hacer todo lo anterior (limitarle el acceso o 'desfriendearle'), o también puedes hacer desaparecer tu Facebook una temporada. Luego, con volver a meter la contraseña estás otra vez conectada.
"¡Desengáñate, el Facebook sólo sirve para cotillear!"
...me dice una compañera. Bien, pero ¿cómo? Por defecto, cuando alguien se da de alta, su perfil sólo pueden verlo sus amigos. Entonces, si quiero entrar en el de alguien que no es mi amigo tengo que invitarle o quedarme con las ganas. Bueno, hay algunos casos en los que la invitación apenas compromete, pero no siempre es así. Mi salvación para pasearme con cierta soltura por perfiles en principio cerrados para mí han sido las redes. Me doy de alta en "redes -> Spain". Hay cerca de 630.000 personas registradas. Cuando te inscribes a una red el perfil queda abierto por defecto. Para cambiarlo debes ir a "configuración de la privacidad" y seleccionar que sólo puedan ver tu perfil tus amigos. Ahora tienes acceso a la cuenta de muchísimos despistados que se dejaron el perfil abierto pero ellos no pueden ver el tuyo. Voyeurismo a discreción.
Así que ahora puedo mirar. Pero ¿sabe la gente que estoy entrando en su perfil? No existe ninguna herramienta ni fórmula magistral que permita a los usuarios de Facebook saber quién entra en sus páginas —salvo, según dicen, los empleados de Facebook, que sí lo saben. Lo cual es un alivio para los cotillas de raza. La red social sirve para ver sin ser visto.
Facebook no va sólo de mirar, sino también de enseñar
En origen su función es la de compartir contenidos con amigos y conocidos y mantener el contacto con personas que están lejos o a las que habías perdido la pista. Cierto, veo lo que hace, qué canciones escucha, o cómo se ha levantado una amiga que vive a 1.000 kilómetros y otras que están más cerca —a veces a metros de distancia. Puedo ver si se hacen fans del Cuore —me uno—, de Nietzsche o del Mercadona. Miro a qué grupos pertenecen: "Grupo a favor de los matrimonios mixtos entre animales y personas" (¡!), "¿Por qué me añades al Facebook si luego no me saludas por la calle?", "Insultémonos". Una cosa chocante: en Facebook todo el mundo habla como Aída Nizar, en tercera persona.
Exhibicionismo Facebook
Algo de eso hay y empieza con la foto que eliges para tu perfil, que responde a unos cuantos prototipos. No hay que olvidar que 110 millones de personas pueden ver esta imagen con la que tú decides presentarte. Y luego están las fotos que se cuelgan en los álbumes. "¡Cuidado, que vais a hundir mi reputación en Facebook!", gritó una compañera el otro día en una fiesta cuando alguien le sacó una foto llena de serpentinas y con un antifaz. Pero también los hay que posan, cuelgan los álbumes sin ninguna restricción —existe la opción de dejarlos visibles sólo para un grupo de personas, normalmente las que salen en la foto—, cuentan su vida y milagros sin pudor. Es el perfil "nada que esconder", como lo describe Sofia Christidi, socióloga que realiza un doctorado acerca de las relaciones en Facebook.
El Facebook no es privado
Y es que a estas alturas, le planteo, todo el mundo debería saber que lo que cuelga en Facebook no es privado, ¿no? Pues aún hay gente que pone el grito en el cielo, como las agencias de protección de datos de 37 países de la Unión Europea, que han calificado la red social de "coladero sin precedentes" ya que los datos pueden salir de Facebook cuando son indexados por buscadores, hay poca protección frente a la copia de datos y, además, se utilizan esos datos para emitir mensajes de marketing personalizados a sus usuarios —como hace Google, que también tiene encima a la Agencia de Protección de Datos. Lo que ocurre es que todas estas conclusiones ya vienen perfectamente detalladas en las condiciones de uso y en la política de privacidad de la página, que nadie lee pero todo el mundo acepta. Lo que sí es cierto, como explica Sofia Christidi, es que estas condiciones no están muy visibles, no son fáciles de encontrar y menos de entender. "Facebook debería educar a sus usuarios pues es la primera vez que se suben y comparten contenidos personales a esa escala".
A las agencias de datos también les inquieta el tema de la suplantación de la personalidad. Y no me extraña. Si me diera la gana podría abrirle un Facebook al único de la redacción que se resiste, ponerle una foto de un dibujo animado, añadirle unos cuantos amigos y su perfil empezaría a circular sin él darse cuenta mientras yo lo actualizo, dejo comentarios y subo fotos. Nadie comprueba que tú seas quien dices ser. ¿Peligroso? Un poco, la verdad.
"Facebook sólo sirve para perder el tiempo"
La última revelación, y ésta de boca de una persona que lleva ya un año en la red social: "Facebook sólo sirve para perder el tiempo". Para muestra está el adicto de Goldman Sachs que pasaba más tiempo en Facebook que haciendo su trabajo —fue despedido. Ante este riesgo muchas empresas tienen capada la entrada a la página desde sus ordenadores porque consideran que es una herramienta de ocio, pero hay otras teorías que lo desmienten como un estudio británico que revela que aportan más beneficios que perjuicios a las empresas porque los empleados pueden establecer con clientes relaciones más cercanas y personales.
Ya, pero la ignorancia virtual me plantea otra duda: ¿son en verdad cercanas las relaciones en Facebook?, ¿no sustituye la pantalla el contacto real?, y ¿qué hay de esa gente que tiene 600 amigos en Facebook y el fin de semana no tiene nada que hacer? Según Sofia Christidi "el hecho de que algo se experimente online no significa que no sea real. Te hace ilusión, te ríes o te enfadas de verdad, ¿no?". Pues sí. Y ahora, después de más de una semana trasteando en Facebook, de haber recuperado el contacto con gente de la que no sabía nada hace años, de oír a Rocío Jurado cantar con Raphael porque es la nueva canción favorita de uno de mis contactos, me voy a tomar algo. Y acabaré hablando con mis amigos de las últimas fotos o comentarios que hemos colgado en Facebook.